GIZA, LA ENIGMÁTICA

EL MITO
El nombre ‘Giza‘, alude a la mayor necrópolis del Antiguo Egipto, donde podemos encontrar las pirámides de Keops (la Gran Pirámide), Kefrén y Micerino, así como la Gran Esfinge.
El mito de la Esfinge la establece como un demonio de destrucción y mala suerte, que se representaba con rostro de mujer, cuerpo de león y alas de ave.
La Esfinge de Tebas, por ejemplo, se instaló en uno de los montes del oeste de la ciudad. Desde ahí se dedicó a asolar la campiña tebana destruyendo las siembras y matando a todos los que no fueran capaces de resolver sus enigmas. Mataba estrangulando, y algunas opiniones refieren que de ahí viene su nombre, ya que cerraba (sphíggein, ‘cerrar’) el paso del aire a los desafortunados que caían en sus garras.
Higino refiere que la Esfinge propuso a Creonte, rey de Tebas, que si alguien era capaz de resolver uno de sus enigmas se iría para siempre; pero si no, mataría a quienes fallasen y seguiría destruyendo.
El mito generalmente aceptado de las Esfinges es el de seres con cuerpo de león y rostro de mujer, que proponen enigmas y siembran la destrucción a su paso si no se resuelven. Suelen ser guardianas del paso a lugares importantes.
LA VERDAD TRAS LA LEYENDA
Las Esfinges son una especie de demonios adaptados en la que encontramos una ligera variedad de subespecies, aunque no tantas como en el caso de las Sirenas. La especie alada, las ‘Ephuye‘ habitaban la zona de Grecia, buscando entre los sabios un reto para resolver sus enigmas.
‘Giza‘ sin embargo era una ‘Ecrixia‘, tenía el cuerpo con rasgos de león y cabeza de mujer, pero carecía de alas. Las ‘Ecrixia‘ habitaron principalmente en el Antiguo Egipto, y servían como protectoras de las Pirámides, destruyendo completamente a aquél que no desease entrar si no resolvía sus acertijos.
‘Giza‘ sirvió de protectora de la Necrópolis de su mismo nombre, que fue nombrada así por ella. Todo el que se acercase lo más mínimo a la Necrópolis, resolvía un acertijo, o acababa devorado por ‘Giza‘, que adoraba tanto que sobreviviesen, como devorarlos.
Al final, a un mendigo egipcio que tenía poco que perder, le ofrecieron enfrentarse a la ‘Ecrixia‘ a cambio de una buena suma, y así lo hizo. ‘Giza‘ se plantó ante él en su forma más humana, descrita así por los antiguos:
Su cuerpo estaba cubierto de un pelaje marrón claro, casi rubio, algo más oscuro en los genitales y el pecho. Más arriba, había una cara blanca que representaba a una bellísima mujer de mediana edad, de grandes ojos sabios, pómulos marcados y labios rojos carnosos, cuya cabeza estaba coronada por una corona forjada de los huesos de los que había devorado.
El mendigo propuso entonces un trato, ya que no tenía nada que perder, y le ofreció a ‘Giza‘ su vida a cambio de un solo acertijo, pero formulado por él. Si ganaba, él sería suyo para hacer lo que desease, y además le diría dónde encontrar a los que le habían enviado, si perdía, ‘Giza‘ debía acabar con su propia vida.
Se dice que tras fallar y después entender verdaderamente el acertijo, la esfinge acabó con su propia vida y la historia del mendigo pasó desapercibida, cuando los otros le mataron y le traicionaron, dejándole sin vida y sin dinero.
Tras su desaparición, el Faraón reinante ordenó construir la Gran Esfinge, para continuar atemorizando a las gentes con su recuerdo. En cuanto a ‘Giza‘, los Daesdi le dieron una oportunidad tras su muerte, al haber comprendido algo esencial con el acertijo del mendigo, y la enviaron al ‘Axis Mundi’ como Guardiana de la Creación, para esperar allí al Daë del Éter al que plantear el mismo acertijo que le había hecho acabar con su vida.
En su rincón del ‘Axis Mundi’, los Daesdi le concedieron dominio de dos fuerzas, creadora y destructora, y su cuerpo se moldeó en semejanza. Mientras esperaba a su Daë, alteraba a su gusto su apariencia. A veces solía colocarse unos cuernos que se asemejaban a la corona de huesos, otras solía imitar su leonino cuerpo con su energía creadora. Y así pasó el tiempo.
LA PRUEBA
Kaylee, la Daë en las Sombras tuvo que enfrentarse al enigma de la Esfinge, un enigma de Creación y Destrucción, convirtiéndose en Daë de la primera, porque todo tiene un ciclo.
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